Extracto
del texto “LOS SELK'NAM. VIDA, MITOS, RITOS Y MUERTE
EN
UN PUEBLO DEL FIN DEL MUNDO"
(Rosana
Paoloni)
Ritualidad
y mundo simbólico: el hain
En
el punto anterior se han estudiado algunas características de la
mitología que
definía
el Inundo simbólico selk'nam.
Cuanto
sigue se referirá a la relación concreta y material que estos
indígenas establecían con su mundo simbólico a través de la
ceremonia más importante que integraba su ritualidad, el hain
o
ceremonia de iniciación de los púberes.
El
Hain
poseía
una gran riqueza de contenidos, numerosas facetas y cuatro propósitos
esenciales: la iniciación de los hombres jóvenes en las prácticas
culturales de la etnia, la "instrucción" de las mujeres
sobre la autoridad de los hombres, la reunión de personas que rara
vez se encontraban -incluso las enemistades y venganzas se
interrumpían durante la celebración del hain
participando
en él- y la realización de rituales considerados indispensables
para la perpetuación de la sociedad y la preservación del orden
social.
El
Hain Femenino o el mito del Matriarcado
Antes'de
examinar la ceremonia del hain
histórico,
esencialmente masculino, es
importante
destacar un mito que hacía referencia, en el tiempo de los
antepasados, a la existencia de un hain
femenino.
En esa época, las mujeres gobernaban sin piedad a los hombres
haciéndoles cazar, mantener la choza, la vigilancia y cuidado de los
niños, manutención del fuego, vestimentas, etc. Era una verdadera
tiranía que éstos soportaban por el poder de las mujeres de
enfermarlos e incluso matarlos, ya que mantenían contactos con los
espíritus del inframundo como Xalpen.
El
Hain
femenino
se hacía, de acuerdo a esta leyenda, en una choza ceremonial
cónica.
Las mujeres, bajo la dirección de la luna (Kreech),
se disfrazaban de espíritus, empleando altas máscaras y largos
atuendos, para que los hombres no descubrieran el engaño. Las
pinturas también se utilizaban como ritual, elaborando dibujos
geométricos con arcilla roja y blanca y ceniza, que luego se
aplicaban en el cuerpo. Cada símbolo empleado respondía a su
identidad, a su harowen
y
su sho
'on.
Uno de los espíritus se colocaba pintura y plumas como señal de
recién nacido. Su rol era confuso en esta celebración de las
mujeres. La amenaza por la cual los hombres respondían al mandato
femenino era simple: si Xalpen
no recibía
comida suficiente y leña que mantuviera acogedora la choza
ceremonial, en un ataque de furia podía matar a sus mujeres e hijas.
Finalmente
el engaño se descubrió. Fue Tamtam,
la
hermosa hija del sol. la que se descuidó en un comentario escuchado
por dos xo
'on que
luego se transformarían en pájaros. La furia del sol
(Krren) fue
terrible. Luego de confirmada la información envióa todos los
hombres a matar a todas las mujeres que conocieran el secreto del
hain,
incluso su propia hija. A la luna, su esposo la golpeó con antorchas
con fuego hasta que un gran trueno se escuchó en los cielos: no
debía matarla. Entretanto, ella se cayó sobre el fuego dejándole
profundas marcas y llena de furia ascendió a los cielos, donde fue
perseguida por el sol en eterna huida.38 Su rencor se hace notar
cuando se va empequeñeciendo hasta desaparecer y deja al pueblo a
oscuras, pero aún más cuando desaparece totalmente, en actitud de
tristeza y profundo enojo ante las muertes de sus compañeras.
Sólo
cinco de ellas se salvaron, convirtiéndose en elementos naturales,
por ser las más pequeñas que no habían conocido el secreto de la
ceremonia. Hasta los varones niños que sabían algo murieron de
hambre en el medio del bosque, transformándose en robles, cuyas
hendiduras muestran las secuelas de la masacre.
Numerosas
interpretaciones se han dado sobre este mito, tanto simbólicas como
ideológicas
o naturales. Por ejemplo, Héritier deduce que el mito tiene como
función legitimar el orden social existente. Según Chapman este
mito surge para apoyar la autoridad masculina histórica, así de
esta forma ninguna mujer podría poner en duda su legitimidad y los
hombres sostendrían su poder sobre el otro sexo. Por otro lado, la
huida del sol y la luna al cielo explica la continuidad del tiempo en
días y noches y el hecho de no encontrarse nunca. Las variaciones de
la luna son contempladas con miedo, sus cambios de "forma"
se debían explicar de alguna manera, incluso la presencia de los
eclipses.
Se
observa entonces al mito como legitimador de prácticas culturales,
tanto como
de
fenómenos naturales, coronado el relato con la presencia de muertes
simbólicas.
Chapman
llama la atención sobre el hecho que el mito nada explica en cuanto
a lo
realizado
con los cuerpos de las mujeres que no pudieron huir, teniendo en
cuenta que estos indios sepultaban a sus difuntos y el ritual del
duelo era de gran importancia ya en los tiempos míticos.
El
hain masculino
La
ceremonia masculina, llevada a cabo en tiempos históricos por los
selk
'nam –no
por los Hówenk
(antepasados)-
cumplía en su polisemia una multiplicidad de funciones, entre ellas
de iniciación de los púberes. La simbología presente en cada uno
de los detalles de su escenografía, como en la secuencia de su
desarrollo, es altamente significativa.
En
palabras de Chapman "...El ritual se desarrollaba también en
una choza cónica, realizada en cueros de guanaco reforzados varias
veces y con siete postes al lado de los cuales se situaba por
patrilinealidad (por linaje o nacimiento) y patrilocalidad (haruwen
o territorio) cada hombre..."
El
escenario cubierto de la ceremonia tenía en total siete postes
originariamente
realizados
en piedra y luego en haya de la región, en honor a los sietes
hechiceros
primigenios.
De estos siete, cuatro de ellos señalaban los cielos o sho'on,
las cuatro áreas geográficas (cordillera, llanura, bosque, mar) y
los puntos cardinales, a la vez que alrededor de cada uno de ellos,
menos en el punto este, estaban representados Los linajes más
importantes. Los otros tres postes señalaban el sitio donde se
reunían los representantes de los linajes menos importantes y los
haitsh
que
estuvieran presenciando el ritual. En el medio del lugar se
encontraba una línea con orientación, según Bridges, norte-sur y
fuego en el centro. Nadie podía cruzarla, pues de hacerlo caería al
inframundo y seria devorado por Xalpen,
figura
a quien gustaba especialmente mantener relaciones sexuales con los
kíóketen
y
luego comérselos. Como el apetito de ésta era insaciable, para no
caer en ese terrible lugar el sitio tenía dos entradas. El sitio de
la ceremonia nunca era abandonado por alguno de los hombres para
evitar que las mujeres entraran y supieran el "secreto" y
para que, el fuego no se extinguiera, constante símbolo de
protección y apropiación del lugar físico.
El
"secreto" consistía en que cada hombre prestigioso:
guerrero, shaman, cazador
eximio,
etc., representaba a un espíritu antepasado: Shoort,
Xaipen, Olum, Krren,
etc.
Cubrían
sus caras con máscaras o pinturas y sus cuerpos con largos mantos,
según lo que les tocara personificar. El resto de los hombres
embadurnaban sus cueipos con los colores negro, rojo, amarillo, ocre,
blanco, etc.. según el territorio de proveniencia y realizaban
tareas de supervisión o enseñanza a los jóvenes iniciados.
Comenzaba
la ceremonia con la búsqueda de los kíóketen
por
los k'pin,
figura
que
ni
Bridges ni Gusinde nombran y a una distancia alejada, pero con la
suficiente vista de todo lo que pasaba en el exterior las mujeres
miraban hacia la choza y entonaban cánticos shamánicos por el niño
que perdían y luego por el hombre que llegaba al terminar la
ceremonia. Era para ellas la única forma de participar en el Hain
exceptuando
el momento en que los espíritus traviesos, quienes de cuando en
cuando jugaban a molestarlas con bufonadas o a golpearlas ante la
denuncia de un marido que se quejaba del no cumplimiento de sus
tareas femeninas.
Dentro
del sitio donde se llevaba a cabo el evento. Los actores dejaban de
ser ellos mismos y se transformaban en los espíritus designados por
el hechicero. Esta enseñanza se instrumentaba al ingresar a la choza
los muchachos quienes eran recibidos por Shoort.
espíritu que los hostigaba y probaba su hombría llegando a
aprisionarles los testículos, sin que ellos tuvieran permitido la
más mínima respuesta. Era el respeto a los espíritus la primera de
las enseñanzas.
Luego
debían increparlo, golpearlo y tirarlo al piso. Ante semejante
prueba, la choza se agitaba, había gritos de los jóvenes, aullidos
y movimientos terroríficos. El actor se quitaba la máscara y el
secreto del hain
era
narrado a estos kíóketen
ya
hombres, previa confesión de sus faltas. Era el instante en que
recibían los preceptos morales y éticos para su futura vida.
Estos
preceptos radicaban en el respeto a los ancianos, en no casarse con
una mujer de su haruwen,
ser correcto y cuidadoso con sus hijos, ser generoso, repartir lo que
ha cazado, trabajar sin que se lo solicite, no ser glotón, ser
valiente, no perdonar ofensas, no enfadarse antes de comer "porque
trae indigestión", etc. Ya descubierto por los adolescentes el
enigma del hain,
participaban
de la simulación de la alimentación a la terrible diosa Xaipen
mientras
las madres cantaban sin cesar por la buenaventura de sus hijos,
pedían a la diosa que no fuese mala y que los dejara con vida.
Basadas en el mito, ellas pensaban que la diosa los había seducido y
habiendo quedado embarazada, los había matado. Siguiendo esta
representación, los supervisores sacaban uno a uno los cuerpos
de
los jóvenes apararentando ser kíóketen
muertos
ya que estaban manchados con sangre de cururo o guanaco. Era una
muerte simbólica para las madres que no lo sabían.
Las
mujeres lloraban y gritaban desesperadas mientras salía, detrás de
la comitiva, Olían,
el
hijo de Xaipen,
emplumado,
pintado de negro y creciendo velozmente al igual que los antepasados,
quien observaba la escena totalmente impasible. Girando sobre sí
Olum
volvía
al inframundo mientras pedía que fueran entrados los muchachos
nuevamente, para otorgarles la vida. Los muchachos salían del
recinto, ya que el juego simbólico de la vida y la muerte había
terminado.
En
virtud de lo señalado es imprescindible destacar la comunicación y
organización secreta del evento. Las enseñanzas eran transmitidas
en este contexto fuertemente ritualizado, sólo por los especialistas
como los chamanes o xo'on.
La gran mayoría de los investigadores y cronistas que convivieron
con los selk'nam
atestiguan
la importancia del hain
ya
que lo consideraban el eje cultural por excelencia.
Nosotros
agregaríamos también que era el eje psicológico y sociológico de
la etnia porque simbolizaba, en una compleja síntesis, el
pensamiento y la razón de ser de la existencia colectiva e
individual. Era un acto de la comunidad, que tomaba conciencia de sí
misma, reforzando su vitalidad y su esencia. Así, el mundo simbólico
selk'nam
pasaba
a regir la vida real de los nuevos adultos y potenciaba la de los
viejos, haciendo tangible al grupo en su identidad. La ceremonia de
iniciación era una fuente de transmisión de los códigos, formas de
vida e historia del grupo sustentadas en una base mitológica de gran
coherencia interna.
La
vida y la muerte eran justificadas también en forma mítica, tanto
para establecer la idoneidad de la víctima, culpable de
transgresiones al orden establecido, como el consecuente castigo o la
victoria de la vida en el hain,
que hacía renacer de forma simbólica a los supuestamente muertos
kíóketen.
La
ideología aparece, bajo la interpretación levistraussiana de
Chapman, como un
sistema
cerrado: evita conflictos latentes mediando un saber mítico que
narra el momento en que las mujeres tuvieron el poder y la forma en
que lo perdieron. Los hombres sostienen a través del mito un marco
de referencia para su accionar, legitimándose como autoridad.
Sin
embargo, el caudal simbólico proveniente de saberes míticos no
puede reducirse exclusivamente a una ideología sustentadora de
poder. En realidad, es la identidad de la comunidad selk'nam
la
que se conforma con este universo, y fundamenta en él las prácticas
culturales (el hain, los enterramientos, los casamientos, las
reuniones "de hombres" donde se narra la historia de la
etnia) que la hacen posible, así como dan explicación a las
cuestiones de mayor trascendencia en la existencia de todo ser
humano: la vida y la muerte.
Muerte
real y muerte simbólica: la muerte es en plural
Como
se dijo, entre las cuestiones de mayor trascendencia abordadas en la
ceremonia del hain estaba la muerte simbólica y el renacer de la
vida. Las concepciones de qué es la vida y qué es la muerte eran
transmitidas a través de esa ceremonia. Los niños dejaban su
pubertad convirtiéndose en adultos con conciencia de su finitud. La
lectura natural que realizaban los selk'nam
se
insertaba en un Cosmos, que se podría definir como una comunidad de
potencias, casi siempre intencionales y susceptibles de expresarse
por un conjunto organizado de signos y símbolos enmarañados. El
mundo es para el hombre una fuente importante de su imaginería, y el
mundo fenoménico, el ámbito de donde extrae significantes, pero en
donde también lee signos. La naturaleza refleja una semántica hecha
de orden, de armonía y de ritmo. El hombre se integra en ella
imitando ese ritmo.
Observada
socialmente, la muerte y los ritos que genera nos remiten, según el
antropólogo
Lois Vincent Thomas, a la relación significante-significado. Vemos a
la
muerte
en tres dimensiones diferentes que explican las respectivas actitudes
de la etnia.
1-
En primer lugar la dimensión simbólica. Por ejemplo, los símbolos
de los comportamientos y los ritos, especialmente el de iniciación,
y el álgebra ritual de los funerales, los símbolos de las
vestiduras, y los signos distintivos de duelo, los cantos mortuorios,
estatuas, máscaras.
En
este punto se debe subrayar la riqueza del pueblo estudiado: ante la
muerte de
un
miembro, las actitudes sociales comienzan con un profundo silencio y
luego cantos shamánicos de dolor cuyos tonos van creciendo hasta
grados altísimos. Todos los integrantes de la etnia acuden a la
choza o paraviento del o la fallecida, acompañan a los deudos y se
pintan con tonos negros o blancos dibujándose líneas que expresan
angustia. El xo
'on y
un pequeño grupo prepara el cuerpo recubriéndolo, y se lo lleva a
lugares de difícil acceso, sin jamás revelar dónde está. Sus
pertenencias son quemadas y el rito de duelo por el ser querido puede
durar años, mediante los cantos continuos, prolongados silencios, o
heridas hechas en forma vertical a ío largo del cuerpo, formando
siete canales por donde corre abundante sangre, ya que Temáukel
se
lo ha llevado "más allá del cielo" visible, de la esfera
celeste observable. Las mismas líneas que en el hain los supuestos
espíritus se "pintaban" en el cuerpo para engañar a las
mujeres, en este caso al tratarse de una muerte concreta son
realizadas con objetos punzantes. La muerte ha llegado a ser
verdadera y no ficcional o simbólica. Tanto Gusinde como Bridges lo
señalan en sus escritos, llamándoles poderosamente la atención
este accionar.
2-
Se comprueba luego,lo que en términos de Thomas se denomina
dimensión
paradigmática
poniendo en relieve oposiciones significativas: buenas o malas
muertes. Relacionando esta variable con la práctica de la venganza
tan común en este grupo-, estériles o fecundas, en le primer caso
con la muerte de un niño cualquiera sea su causa: ya fuera real
-muerte de un humano- o imaginaria, como es el caso de la muerte de
un humanoide -Hówenk-
o
la muerte en el hain.
Hay
que aclarar que la muerte de un niño o un gran héroe era para el
pueblo selk'nam
negativa,
un castigo sobre los que quedan vivos. El deceso era considerado
positivo solamente si el grupo tenía la certeza de que los
fallecidos iban al cielo con Temáukel,
certeza proporcionada en base a la afirmación dada por un Xo
'on. Esta
situación raramente se daba, ya que era común el miedo del brujo
por emitir una afirmación que no fuese creída. La falta de creencia
equivalía a su muerte segura.
3-
Por último, en el imaginario selk'nam
se
observa lo que los antropólogos tanatológicos, entre ellos Thomas,
llaman dimensión "sintagmática", la que vincula el todo
de la cultura con ciertas ideas fuerza primordiales y generadoras de
actitudes. El mito explica la muerte, la cual es referencia
privilegiada, suma orgánica de saber esencial y principio
organizador de los ritos. Los onas en la ceremonia de iniciación
vencen a la muerte con la ayuda de espíritus antepasados Hówenk.
No
olvidemos quepara los selk'nam
la
muerte era una sanción por acciones incorrectas realizadas o fruto
del enojo de Temáukel
-el
dios que decidía el vivir o el morir. Es en el hain
donde
observamos el propósito del mito y del rito como un "volver a
nacer", renacer como lo hace la naturaleza. En el ritual se
perfila un único tema, la "necesaria" victoria de la Vida
sobre la Muerte. A la muerte física individual real, el mito de la
iniciación (hain)
opone
la muerte simbolizada, seguida de un renacimiento simbólico por y
para el grupo y para el individuo, por la vía de la representación
simbólica. El hain era el centro de esta cosmovisión, donde se
conjugaban todos los aconteceres de la vida de una persona. La muerte
física era uno de ellos, quizá el más importante para este pueblo,
ya que un gran dolor intenso se manifestaba largamente cuando se
producía un deceso. El renacer era el punto culmine del hain ya que
también lo era en la vida misma. De esta manera, la ceremonia de
pubertad anticipaba la muerte real dándole una interpretación
simbólica que intentaba orientar la vida del nuevo adulto. Es así
como el deceso real era conformado según el universo simbólico del
grupo. Con referencia a este tema, Luis Garibaldi le manifestó a
Anne Chapman incluso la necesidad de la muerte expresada por su dios
de terminar con los selk'nam,
para que surgieran otras razas. Esto lo sostenía porque en la
evolución de la tierra tenía que ser así, siempre se ha ido
cambiando la situación de las razas, viniendo otras generaciones.
Por tanto la suya también tenía que terminar, ya que llevaba muchos
años sobre la tierra.
"...Me
da pena pensar que después de haber tanta gente en ese momento no
hay ninguno, quedando tan sólo yo..."
Garibaldi
se lamentaba de estar solo. Sus palabras indican la pena por haber
quedado solo, no solamente desde el punto de vista material, sino
también por la pérdida de su identidad grupal a la que refiere,
idílicamente, el recuerdo de una existencia "feliz".
A
modo de conclusión
Garibaldi
en los años ochenta era uno de los únicos participantes vivos del
último
hain.
Sus
diversos testimonios nos permitieron acercarnos a la importancia que
tuvo el mundo simbólico dentro de la conformación de las prácticas
culturales de lo que según el mismo informante había ya
desaparecido en una muerte justa y establecida por el mismo dios.
Este mundo simbólico constituyó la matriz de los mitos y ritos
analizados, los que se transmitieron de generación en generación a
través de la narración oral.
El
hain,
particularmente, jugó un papel decisivo en la transmisión de la
identidad
de
los selk'nam
y
no sólo como fuente de legitimación ni tampoco como mera expresión
de monoteísmo.
Si,
al decir de Chapman, esa ceremonia era la manifestación de una
ideología que
apuntaba
a la legitimación del patriarcado, para nosotros esa "ideología
" tenía también funciones de integración, de constitución y
transmisión identitaria en el grupo. Por encima de las estructuras,
se puede decir que además el hain
le
daba un lugar, un orden, un destino a todo un pueblo, expresando una
cosmovisión particular de todo el universo.
En
esta cosmovisión, los selk'nam
enfatizaban
la posición que cada uno de ellos
ocupaban
en su haruwen
o
linaje. Los antropólogos y cronistas que fueron partícipes de la
ceremonia observaron con detenimiento lo que esto indicaba: poder,
jerarquía social y posición frente al grupo. De allí que se
sentaran en tres de los cuatro puntos cardinales, dejando el cuarto
para el Dios. Esto a su vez se enlaza con los análisis de Chapman en
cuanto a los linajes, y con los de Gusinde por el buscado monoteísmo.
Pero
había más. A través de los rituales, el mito se corporizaba
haciendo tangible el mundo simbólico. Eran los espíritus los que
trasmitían al púber las concepciones básicas de convivencia en la
etnia, su cultura y su historia, transformándose en rito y memoria
colectiva. Así el mundo simbólico se traducía en práctica
cultural.
El
hain
retoma
el mito del origen y lo ritualiza agregándole la resurrección de
los
púberes
y transformándolos en hombres, es decir en selk'nam.
El
juego de la vida y la muerte simbólicas con el cual concluía el
hain
según
describe Chapman, era una orientación hacia la vida y la muerte
reales, a tai punto que las líneas trazadas con pintura en el cuerpo
del "muerto" en el marco de la muerte simbólica, eran
similares a las hechas con elementos de filo en los cuerpos de los
deudos en el marco de la muerte real. Se puede decir entonces que el
mundo simbólico selk'nam, al desplegarse en estas prácticas
culturales, no sólo otorgaba una legitimación a su forma de vida,
sino también contribuía a la integridad del grupo con una identidad
propia, identidad que los distinguía de las otras etnias de aquel
sitio geográfico. La función de estas prácticas culturales era por
tanto identitaria y su transmisión a través de la memoria colectiva
permitió que el universo simbólico siguiera dando sentido a su vida
y a su muerte.
Pame AG_
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