viernes, 17 de junio de 2016

Texto a trabajar con alumnas y alumnos del electivo de teatro, Colegio Montessori Millantú, Villa Alemana.

Extracto del texto “LOS SELK'NAM. VIDA, MITOS, RITOS Y MUERTE
EN UN PUEBLO DEL FIN DEL MUNDO"
(Rosana Paoloni)


Ritualidad y mundo simbólico: el hain

En el punto anterior se han estudiado algunas características de la mitología que
definía el Inundo simbólico selk'nam. Cuanto sigue se referirá a la relación concreta y material que estos indígenas establecían con su mundo simbólico a través de la ceremonia más importante que integraba su ritualidad, el hain o ceremonia de iniciación de los púberes.
El Hain poseía una gran riqueza de contenidos, numerosas facetas y cuatro propósitos esenciales: la iniciación de los hombres jóvenes en las prácticas culturales de la etnia, la "instrucción" de las mujeres sobre la autoridad de los hombres, la reunión de personas que rara vez se encontraban -incluso las enemistades y venganzas se interrumpían durante la celebración del hain participando en él- y la realización de rituales considerados indispensables para la perpetuación de la sociedad y la preservación del orden social.

El Hain Femenino o el mito del Matriarcado

Antes'de examinar la ceremonia del hain histórico, esencialmente masculino, es
importante destacar un mito que hacía referencia, en el tiempo de los antepasados, a la existencia de un hain femenino. En esa época, las mujeres gobernaban sin piedad a los hombres haciéndoles cazar, mantener la choza, la vigilancia y cuidado de los niños, manutención del fuego, vestimentas, etc. Era una verdadera tiranía que éstos soportaban por el poder de las mujeres de enfermarlos e incluso matarlos, ya que mantenían contactos con los espíritus del inframundo como Xalpen.
El Hain femenino se hacía, de acuerdo a esta leyenda, en una choza ceremonial
cónica. Las mujeres, bajo la dirección de la luna (Kreech), se disfrazaban de espíritus, empleando altas máscaras y largos atuendos, para que los hombres no descubrieran el engaño. Las pinturas también se utilizaban como ritual, elaborando dibujos geométricos con arcilla roja y blanca y ceniza, que luego se aplicaban en el cuerpo. Cada símbolo empleado respondía a su identidad, a su harowen y su sho 'on. Uno de los espíritus se colocaba pintura y plumas como señal de recién nacido. Su rol era confuso en esta celebración de las mujeres. La amenaza por la cual los hombres respondían al mandato femenino era simple: si Xalpen no recibía comida suficiente y leña que mantuviera acogedora la choza ceremonial, en un ataque de furia podía matar a sus mujeres e hijas.
Finalmente el engaño se descubrió. Fue Tamtam, la hermosa hija del sol. la que se descuidó en un comentario escuchado por dos xo 'on que luego se transformarían en pájaros. La furia del sol (Krren) fue terrible. Luego de confirmada la información envióa todos los hombres a matar a todas las mujeres que conocieran el secreto del hain, incluso su propia hija. A la luna, su esposo la golpeó con antorchas con fuego hasta que un gran trueno se escuchó en los cielos: no debía matarla. Entretanto, ella se cayó sobre el fuego dejándole profundas marcas y llena de furia ascendió a los cielos, donde fue perseguida por el sol en eterna huida.38 Su rencor se hace notar cuando se va empequeñeciendo hasta desaparecer y deja al pueblo a oscuras, pero aún más cuando desaparece totalmente, en actitud de tristeza y profundo enojo ante las muertes de sus compañeras.
Sólo cinco de ellas se salvaron, convirtiéndose en elementos naturales, por ser las más pequeñas que no habían conocido el secreto de la ceremonia. Hasta los varones niños que sabían algo murieron de hambre en el medio del bosque, transformándose en robles, cuyas hendiduras muestran las secuelas de la masacre.

Numerosas interpretaciones se han dado sobre este mito, tanto simbólicas como
ideológicas o naturales. Por ejemplo, Héritier deduce que el mito tiene como función legitimar el orden social existente. Según Chapman este mito surge para apoyar la autoridad masculina histórica, así de esta forma ninguna mujer podría poner en duda su legitimidad y los hombres sostendrían su poder sobre el otro sexo. Por otro lado, la huida del sol y la luna al cielo explica la continuidad del tiempo en días y noches y el hecho de no encontrarse nunca. Las variaciones de la luna son contempladas con miedo, sus cambios de "forma" se debían explicar de alguna manera, incluso la presencia de los eclipses.
Se observa entonces al mito como legitimador de prácticas culturales, tanto como
de fenómenos naturales, coronado el relato con la presencia de muertes simbólicas.
Chapman llama la atención sobre el hecho que el mito nada explica en cuanto a lo
realizado con los cuerpos de las mujeres que no pudieron huir, teniendo en cuenta que estos indios sepultaban a sus difuntos y el ritual del duelo era de gran importancia ya en los tiempos míticos.

El hain masculino

La ceremonia masculina, llevada a cabo en tiempos históricos por los selk 'nam –no por los Hówenk (antepasados)- cumplía en su polisemia una multiplicidad de funciones, entre ellas de iniciación de los púberes. La simbología presente en cada uno de los detalles de su escenografía, como en la secuencia de su desarrollo, es altamente significativa.
En palabras de Chapman "...El ritual se desarrollaba también en una choza cónica, realizada en cueros de guanaco reforzados varias veces y con siete postes al lado de los cuales se situaba por patrilinealidad (por linaje o nacimiento) y patrilocalidad (haruwen o territorio) cada hombre..."
El escenario cubierto de la ceremonia tenía en total siete postes originariamente
realizados en piedra y luego en haya de la región, en honor a los sietes hechiceros
primigenios. De estos siete, cuatro de ellos señalaban los cielos o sho'on, las cuatro áreas geográficas (cordillera, llanura, bosque, mar) y los puntos cardinales, a la vez que alrededor de cada uno de ellos, menos en el punto este, estaban representados Los linajes más importantes. Los otros tres postes señalaban el sitio donde se reunían los representantes de los linajes menos importantes y los haitsh que estuvieran presenciando el ritual. En el medio del lugar se encontraba una línea con orientación, según Bridges, norte-sur y fuego en el centro. Nadie podía cruzarla, pues de hacerlo caería al inframundo y seria devorado por Xalpen, figura a quien gustaba especialmente mantener relaciones sexuales con los kíóketen y luego comérselos. Como el apetito de ésta era insaciable, para no caer en ese terrible lugar el sitio tenía dos entradas. El sitio de la ceremonia nunca era abandonado por alguno de los hombres para evitar que las mujeres entraran y supieran el "secreto" y para que, el fuego no se extinguiera, constante símbolo de protección y apropiación del lugar físico.
El "secreto" consistía en que cada hombre prestigioso: guerrero, shaman, cazador
eximio, etc., representaba a un espíritu antepasado: Shoort, Xaipen, Olum, Krren, etc.
Cubrían sus caras con máscaras o pinturas y sus cuerpos con largos mantos, según lo que les tocara personificar. El resto de los hombres embadurnaban sus cueipos con los colores negro, rojo, amarillo, ocre, blanco, etc.. según el territorio de proveniencia y realizaban tareas de supervisión o enseñanza a los jóvenes iniciados.
Comenzaba la ceremonia con la búsqueda de los kíóketen por los k'pin, figura que
ni Bridges ni Gusinde nombran y a una distancia alejada, pero con la suficiente vista de todo lo que pasaba en el exterior las mujeres miraban hacia la choza y entonaban cánticos shamánicos por el niño que perdían y luego por el hombre que llegaba al terminar la ceremonia. Era para ellas la única forma de participar en el Hain exceptuando el momento en que los espíritus traviesos, quienes de cuando en cuando jugaban a molestarlas con bufonadas o a golpearlas ante la denuncia de un marido que se quejaba del no cumplimiento de sus tareas femeninas.
Dentro del sitio donde se llevaba a cabo el evento. Los actores dejaban de ser ellos mismos y se transformaban en los espíritus designados por el hechicero. Esta enseñanza se instrumentaba al ingresar a la choza los muchachos quienes eran recibidos por Shoort. espíritu que los hostigaba y probaba su hombría llegando a aprisionarles los testículos, sin que ellos tuvieran permitido la más mínima respuesta. Era el respeto a los espíritus la primera de las enseñanzas.
Luego debían increparlo, golpearlo y tirarlo al piso. Ante semejante prueba, la choza se agitaba, había gritos de los jóvenes, aullidos y movimientos terroríficos. El actor se quitaba la máscara y el secreto del hain era narrado a estos kíóketen ya hombres, previa confesión de sus faltas. Era el instante en que recibían los preceptos morales y éticos para su futura vida.
Estos preceptos radicaban en el respeto a los ancianos, en no casarse con una mujer de su haruwen, ser correcto y cuidadoso con sus hijos, ser generoso, repartir lo que ha cazado, trabajar sin que se lo solicite, no ser glotón, ser valiente, no perdonar ofensas, no enfadarse antes de comer "porque trae indigestión", etc. Ya descubierto por los adolescentes el enigma del hain, participaban de la simulación de la alimentación a la terrible diosa Xaipen mientras las madres cantaban sin cesar por la buenaventura de sus hijos, pedían a la diosa que no fuese mala y que los dejara con vida. Basadas en el mito, ellas pensaban que la diosa los había seducido y habiendo quedado embarazada, los había matado. Siguiendo esta representación, los supervisores sacaban uno a uno los cuerpos
de los jóvenes apararentando ser kíóketen muertos ya que estaban manchados con sangre de cururo o guanaco. Era una muerte simbólica para las madres que no lo sabían.
Las mujeres lloraban y gritaban desesperadas mientras salía, detrás de la comitiva, Olían, el hijo de Xaipen, emplumado, pintado de negro y creciendo velozmente al igual que los antepasados, quien observaba la escena totalmente impasible. Girando sobre sí Olum volvía al inframundo mientras pedía que fueran entrados los muchachos nuevamente, para otorgarles la vida. Los muchachos salían del recinto, ya que el juego simbólico de la vida y la muerte había terminado.
En virtud de lo señalado es imprescindible destacar la comunicación y organización secreta del evento. Las enseñanzas eran transmitidas en este contexto fuertemente ritualizado, sólo por los especialistas como los chamanes o xo'on. La gran mayoría de los investigadores y cronistas que convivieron con los selk'nam atestiguan la importancia del hain ya que lo consideraban el eje cultural por excelencia.
Nosotros agregaríamos también que era el eje psicológico y sociológico de la etnia porque simbolizaba, en una compleja síntesis, el pensamiento y la razón de ser de la existencia colectiva e individual. Era un acto de la comunidad, que tomaba conciencia de sí misma, reforzando su vitalidad y su esencia. Así, el mundo simbólico selk'nam pasaba a regir la vida real de los nuevos adultos y potenciaba la de los viejos, haciendo tangible al grupo en su identidad. La ceremonia de iniciación era una fuente de transmisión de los códigos, formas de vida e historia del grupo sustentadas en una base mitológica de gran coherencia interna.
La vida y la muerte eran justificadas también en forma mítica, tanto para establecer la idoneidad de la víctima, culpable de transgresiones al orden establecido, como el consecuente castigo o la victoria de la vida en el hain, que hacía renacer de forma simbólica a los supuestamente muertos kíóketen.
La ideología aparece, bajo la interpretación levistraussiana de Chapman, como un
sistema cerrado: evita conflictos latentes mediando un saber mítico que narra el momento en que las mujeres tuvieron el poder y la forma en que lo perdieron. Los hombres sostienen a través del mito un marco de referencia para su accionar, legitimándose como autoridad.
Sin embargo, el caudal simbólico proveniente de saberes míticos no puede reducirse exclusivamente a una ideología sustentadora de poder. En realidad, es la identidad de la comunidad selk'nam la que se conforma con este universo, y fundamenta en él las prácticas culturales (el hain, los enterramientos, los casamientos, las reuniones "de hombres" donde se narra la historia de la etnia) que la hacen posible, así como dan explicación a las cuestiones de mayor trascendencia en la existencia de todo ser humano: la vida y la muerte.

Muerte real y muerte simbólica: la muerte es en plural

Como se dijo, entre las cuestiones de mayor trascendencia abordadas en la ceremonia del hain estaba la muerte simbólica y el renacer de la vida. Las concepciones de qué es la vida y qué es la muerte eran transmitidas a través de esa ceremonia. Los niños dejaban su pubertad convirtiéndose en adultos con conciencia de su finitud. La lectura natural que realizaban los selk'nam se insertaba en un Cosmos, que se podría definir como una comunidad de potencias, casi siempre intencionales y susceptibles de expresarse por un conjunto organizado de signos y símbolos enmarañados. El mundo es para el hombre una fuente importante de su imaginería, y el mundo fenoménico, el ámbito de donde extrae significantes, pero en donde también lee signos. La naturaleza refleja una semántica hecha de orden, de armonía y de ritmo. El hombre se integra en ella imitando ese ritmo.
Observada socialmente, la muerte y los ritos que genera nos remiten, según el
antropólogo Lois Vincent Thomas, a la relación significante-significado. Vemos a la
muerte en tres dimensiones diferentes que explican las respectivas actitudes de la etnia.

1- En primer lugar la dimensión simbólica. Por ejemplo, los símbolos de los comportamientos y los ritos, especialmente el de iniciación, y el álgebra ritual de los funerales, los símbolos de las vestiduras, y los signos distintivos de duelo, los cantos mortuorios, estatuas, máscaras.
En este punto se debe subrayar la riqueza del pueblo estudiado: ante la muerte de
un miembro, las actitudes sociales comienzan con un profundo silencio y luego cantos shamánicos de dolor cuyos tonos van creciendo hasta grados altísimos. Todos los integrantes de la etnia acuden a la choza o paraviento del o la fallecida, acompañan a los deudos y se pintan con tonos negros o blancos dibujándose líneas que expresan angustia. El xo 'on y un pequeño grupo prepara el cuerpo recubriéndolo, y se lo lleva a lugares de difícil acceso, sin jamás revelar dónde está. Sus pertenencias son quemadas y el rito de duelo por el ser querido puede durar años, mediante los cantos continuos, prolongados silencios, o heridas hechas en forma vertical a ío largo del cuerpo, formando siete canales por donde corre abundante sangre, ya que Temáukel se lo ha llevado "más allá del cielo" visible, de la esfera celeste observable. Las mismas líneas que en el hain los supuestos espíritus se "pintaban" en el cuerpo para engañar a las mujeres, en este caso al tratarse de una muerte concreta son realizadas con objetos punzantes. La muerte ha llegado a ser verdadera y no ficcional o simbólica. Tanto Gusinde como Bridges lo señalan en sus escritos, llamándoles poderosamente la atención este accionar.

2- Se comprueba luego,lo que en términos de Thomas se denomina dimensión
paradigmática poniendo en relieve oposiciones significativas: buenas o malas muertes. Relacionando esta variable con la práctica de la venganza tan común en este grupo-, estériles o fecundas, en le primer caso con la muerte de un niño cualquiera sea su causa: ya fuera real -muerte de un humano- o imaginaria, como es el caso de la muerte de un humanoide -Hówenk- o la muerte en el hain. Hay que aclarar que la muerte de un niño o un gran héroe era para el pueblo selk'nam negativa, un castigo sobre los que quedan vivos. El deceso era considerado positivo solamente si el grupo tenía la certeza de que los fallecidos iban al cielo con Temáukel, certeza proporcionada en base a la afirmación dada por un Xo 'on. Esta situación raramente se daba, ya que era común el miedo del brujo por emitir una afirmación que no fuese creída. La falta de creencia equivalía a su muerte segura.

3- Por último, en el imaginario selk'nam se observa lo que los antropólogos tanatológicos, entre ellos Thomas, llaman dimensión "sintagmática", la que vincula el todo de la cultura con ciertas ideas fuerza primordiales y generadoras de actitudes. El mito explica la muerte, la cual es referencia privilegiada, suma orgánica de saber esencial y principio organizador de los ritos. Los onas en la ceremonia de iniciación vencen a la muerte con la ayuda de espíritus antepasados Hówenk. No olvidemos quepara los selk'nam la muerte era una sanción por acciones incorrectas realizadas o fruto del enojo de Temáukel -el dios que decidía el vivir o el morir. Es en el hain donde observamos el propósito del mito y del rito como un "volver a nacer", renacer como lo hace la naturaleza. En el ritual se perfila un único tema, la "necesaria" victoria de la Vida sobre la Muerte. A la muerte física individual real, el mito de la iniciación (hain) opone la muerte simbolizada, seguida de un renacimiento simbólico por y para el grupo y para el individuo, por la vía de la representación simbólica. El hain era el centro de esta cosmovisión, donde se conjugaban todos los aconteceres de la vida de una persona. La muerte física era uno de ellos, quizá el más importante para este pueblo, ya que un gran dolor intenso se manifestaba largamente cuando se producía un deceso. El renacer era el punto culmine del hain ya que también lo era en la vida misma. De esta manera, la ceremonia de pubertad anticipaba la muerte real dándole una interpretación simbólica que intentaba orientar la vida del nuevo adulto. Es así como el deceso real era conformado según el universo simbólico del grupo. Con referencia a este tema, Luis Garibaldi le manifestó a Anne Chapman incluso la necesidad de la muerte expresada por su dios de terminar con los selk'nam, para que surgieran otras razas. Esto lo sostenía porque en la evolución de la tierra tenía que ser así, siempre se ha ido cambiando la situación de las razas, viniendo otras generaciones. Por tanto la suya también tenía que terminar, ya que llevaba muchos años sobre la tierra.

"...Me da pena pensar que después de haber tanta gente en ese momento no hay ninguno, quedando tan sólo yo..."

Garibaldi se lamentaba de estar solo. Sus palabras indican la pena por haber quedado solo, no solamente desde el punto de vista material, sino también por la pérdida de su identidad grupal a la que refiere, idílicamente, el recuerdo de una existencia "feliz".

A modo de conclusión

Garibaldi en los años ochenta era uno de los únicos participantes vivos del último
hain. Sus diversos testimonios nos permitieron acercarnos a la importancia que tuvo el mundo simbólico dentro de la conformación de las prácticas culturales de lo que según el mismo informante había ya desaparecido en una muerte justa y establecida por el mismo dios. Este mundo simbólico constituyó la matriz de los mitos y ritos analizados, los que se transmitieron de generación en generación a través de la narración oral.
El hain, particularmente, jugó un papel decisivo en la transmisión de la identidad
de los selk'nam y no sólo como fuente de legitimación ni tampoco como mera expresión de monoteísmo.
Si, al decir de Chapman, esa ceremonia era la manifestación de una ideología que
apuntaba a la legitimación del patriarcado, para nosotros esa "ideología " tenía también funciones de integración, de constitución y transmisión identitaria en el grupo. Por encima de las estructuras, se puede decir que además el hain le daba un lugar, un orden, un destino a todo un pueblo, expresando una cosmovisión particular de todo el universo.
En esta cosmovisión, los selk'nam enfatizaban la posición que cada uno de ellos
ocupaban en su haruwen o linaje. Los antropólogos y cronistas que fueron partícipes de la ceremonia observaron con detenimiento lo que esto indicaba: poder, jerarquía social y posición frente al grupo. De allí que se sentaran en tres de los cuatro puntos cardinales, dejando el cuarto para el Dios. Esto a su vez se enlaza con los análisis de Chapman en cuanto a los linajes, y con los de Gusinde por el buscado monoteísmo.
Pero había más. A través de los rituales, el mito se corporizaba haciendo tangible el mundo simbólico. Eran los espíritus los que trasmitían al púber las concepciones básicas de convivencia en la etnia, su cultura y su historia, transformándose en rito y memoria colectiva. Así el mundo simbólico se traducía en práctica cultural.
El hain retoma el mito del origen y lo ritualiza agregándole la resurrección de los
púberes y transformándolos en hombres, es decir en selk'nam. El juego de la vida y la muerte simbólicas con el cual concluía el hain según describe Chapman, era una orientación hacia la vida y la muerte reales, a tai punto que las líneas trazadas con pintura en el cuerpo del "muerto" en el marco de la muerte simbólica, eran similares a las hechas con elementos de filo en los cuerpos de los deudos en el marco de la muerte real. Se puede decir entonces que el mundo simbólico selk'nam, al desplegarse en estas prácticas culturales, no sólo otorgaba una legitimación a su forma de vida, sino también contribuía a la integridad del grupo con una identidad propia, identidad que los distinguía de las otras etnias de aquel sitio geográfico. La función de estas prácticas culturales era por tanto identitaria y su transmisión a través de la memoria colectiva permitió que el universo simbólico siguiera dando sentido a su vida y a su muerte.




Pame AG_

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