lunes, 1 de agosto de 2016

TEXTO A TRABAJAR EN LAS 2 JORNADAS DEL TALLER DE VACACIONES DE INVIERNO "CUENTOS DE INVIERNO"

EL DRAGÓN DE LAS PALABRAS. (Almudena Orellana)

Hace mucho, mucho tiempo…, a finales de la era de los dragones y los castillos, circulaba una leyenda en torno a un brujo malvado.
En muchos lugares se había oído de él y asegurado su existencia y, aunque nadie reconocía haberlo visto jamás, todos parecían saber cosas de él. Habitaba en un castillo lejano, pero, se decía que era tan poderoso que a todas partes del mundo podía llegar.
Convencido de que los libros conducían a las personas al progreso y a la libertad, aquel malvado brujo no quería que el pueblo conociese la lectura, y al dragón de su castillo, todos y cada uno de los libros que se escribían en el mundo, le hacía tragar y con su aliento de fuego quemar. El brujo tenía miedo de que la gente leyese y aprendiese a pensar y, que por esto, lo despojasen de su castillo, de su poder, y descubrieran toda su maldad.
Así, fueron pasando los años y todos los habitantes del pueblo, poco a poco, se olvidaron de leer y de pensar. Los niños y niñas, por su parte, crecieron comunicándose por señas, balbuceando palabras aisladas que jamás veían escritas en ningún lugar, y cuyo significado no llegaban a comprender y nadie les sabía enseñar ya.
El dragón del brujo que detestaba los libros, observaba con profunda tristeza lo que este había conseguido, y hasta donde había llegado su maldad, por lo tanto, decidió luchar contra él y poder devolver así a todo el pueblo la oportunidad de recuperar los libros y la lectura. El dragón subió hasta la habitación del brujo, abrió sus enormes fauces decidido a expulsar una gran bola de fuego, como aquella que había hecho arder todos y cada uno de los libros robados por años en la boca de su estómago. Pero de la boca del dragón no salió fuego, nada, ni una pequeña llama, lo que provocó una carcajada de tal magnitud en el brujo malvado, que según dice la leyenda, dio origen a varios temblores en la tierra. El dragón del castillo no pudo expulsar fuego, sólo expulsaba palabras, de tantos libros que se había comido.
Impresionado, el dragón sopló y sopló hasta sacar de su interior la última de las letras robadas. Y estas, poco a poco, fueron dando forma a las palabras, las palabras a las frases, y las oraciones a todos y cada uno de los libros perdidos. ¡Qué espectáculo de formas y colores se veía! Las vocales danzaban y giraban dando vueltas como locas, y los personajes de cuento más famosos buscaban ansiosos su hogar, revoloteando sobre los rostros perplejos de la muchedumbre, que se había agolpado, ante el ruido, frente al castillo del brujo enemigo de los libros.
De esta forma, el esfuerzo del dragón fue debilitando el poder del brujo, que quedó finalmente escondido bajo las toneladas de libros que el dragón consiguió devolver al mundo tras sus grandes bocanadas de aliento.
Y, como por obra de un milagro, todas las personas fueron recuperando la libertad de pensar, y los niños y niñas ordenando sus ideas en sus pequeñas cabezas y hablando de nuevo con fluidez. Todos, muy felices, fueron recogiendo cada uno de los libros, dispuestos a colocarlos en las bibliotecas, en las escuelas, y en las estanterías de sus casas. Tras ello, se dirigieron al dragón para agradecerle el haberlos liberado de la terrible prohibición del brujo. No pudieron, sin embargo, dar las gracias al dragón, quien se había ido al lugar más solitario del bosque a descansar, luego de haber dado en su lucha hasta la última gota de su fuerza y aliento.
Si oyes en algún lugar el rumor de una leyenda que comienza diciendo, «Érase una vez el dragón de las palabras», corre hacia un libro cercano, tómalo fuerte, léelo, y da las gracias. Algunos aún dicen, que para que no desaparezca ni nos falte nunca más un libro, aquel dragón nos vigila y nos protege de que las páginas y las historias nunca se acaben.



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